domingo, 31 de marzo de 2019

La primera meta de todo ser humano

La primera meta de todo ser humano debería ser: ser feliz consigo mismo, aprender a amarse, valorarse, tolerarse, respetarse, corregirse, perdonarse y satisfacerse. Porque en la medida en que no somos felices con nosotros mismos, se dificultan todo tipo de relaciones con nuestro entorno y con el prójimo.

Si no aprendemos a vivir con nuestro cuerpo que es el único medio habitable real del que disponemos en el mundo, no podremos valorar los espacios ajenos.

Si no aprendemos a perdonar nuestros errores y a darnos la oportunidad de crecer y mejorar, no podremos entender las equivocaciones de los demás y se verá muy coartada la convivencia.

Si no aprendemos a amarnos y sabernos merecedores del amor, nunca podremos amar verdaderamente sin condiciones y tampoco nunca nos sentiremos dignos de ser amados, dudaremos siempre de cuál es nuestro lugar en el mundo y más aún dudaremos de lo que somos y lo que hacemos.

Si no aprendemos a respetarnos, jamás podremos entender que el otro necesita y merece el mismo respeto que yo y nos pasaremos la vida pisoteando o pisoteados.

Si no aprendemos a satisfacernos, nunca sentiremos la alegría de mirarnos al espejo y poder decirnos ¡Felicidades lo has hecho excelente! Y es entonces cuando confundimos el orgullo de la satisfacción con el orgullo del engriamiento y del engreimiento.

Si nos pasamos la vida buscando fuera lo que habita en nuestro interior, pasarán los años y nuestra vida no estará llena sino solo de años y cosas, pero el vacío será tan grande que no sabremos recordar el camino de vuelta.

Pero... nunca es muy tarde ni muy temprano para conectarnos nuevamente con nosotros, para sintonizar corazón, alma, mente y cuerpo con la Divinidad Sagrada del Dios Creador, del Dios Amor que nos hizo por amor y para el amor. Y es entonces, cuando nos reconectemos que podremos entender que hay infinitos caminos y que todos llegan al mismo lugar, que hay alternativas para aprender más allá del sufrimiento y el dolor. Es allí cuando comprenderemos que dejarnos amar es la mejor opción y que solo el amor es la vía directa y sin paradas para alcanzar la felicidad desde el camino y hasta la meta, y que para disfrutar de la vida eterna solo debemos creer en ella y agradecerla.

martes, 5 de junio de 2018

Desde aquí hasta allá

Cuánto vale la distancia y cuánto la esperanza.
Cuánto valen los recuerdos y cuánto los sueños.
Cuánto vale una lágrima y una sonrisa lejana.
Cuánto vale un hasta luego y cuánto un te quiero.
Cuánto vale hacerlo por tu bien,
y cuánto lo que te pierdes por él.
Cuánto vale un abrazo digital,
mientras nos volvemos a encontrar.
Cuánto vale la paz en soledad,
y cuánto la angustia de no saber si llegarás.
Cuánto vale una vida sin tí,
para poder darte lo que mereces de mi.
Cuánto vale la luna que nos acerca,
y cuánto el sol que nos despierta.
Cuánto vale el encontrarte en mis sueños,
mientras te sueño despierto.
Cuánto vale y cuánto valdrá,
el día en que nos volvamos a abrazar.

lunes, 16 de abril de 2018

Si nos volviéramos más egoístas

Si en medio de nuestro día a día pensáramos más en nosotros mismos que en el resto de la gente, el mundo sería un lugar más habitable.

Si nos volviéramos más egoístas, daríamos paso al carro que se viene atravesando para evitarnos el mal rato de perder nuestro tiempo en una colisión por un abusador que no esperó su turno.

Si nos volviéramos más egoístas, trataríamos con respeto al cajero que nos atiende para que no nos haga perder el tiempo por su mal humor.

Si nos volviéramos más egoístas, saludaríamos a cada persona que se cruza en nuestro camino, por si es el jefe que me va a entrevistar para este nuevo cargo que queremos, vea que si lo merezco.

Si nos volviéramos más egoístas, cederíamos el asiento en el bus porque no nos gusta que murmuren de nosotros.

Si nos volviéramos más egoístas, respetaríamos las normas de convivencia para evitarnos las multas.

Si nos volviéramos más egoístas, disfrutaríamos más a nuestros hijos para que ellos crezcan admirándonos y respetándonos por el tiempo que les dedicamos.

Si nos volviéramos más egoístas, haríamos nuestro trabajo con el mayor ahínco y dedicación para que el jefe y los compañeros vean que somos impecables.

Si nos volviéramos más egoístas, no contaminaríamos para no dañar el ecosistema que me sirve y sustenta.

Si nos volviéramos más egoístas, evitaríamos las guerras para ganarnos el título de héroes y pacificadores.

Si nos volviéramos más egoístas, no permitiríamos que en nuestro entorno exista el hambre, la pobreza, ni las injusticias, para demostrar que nuestras acciones contribuyen a un mundo mejor.

Si nos volviéramos más egoístas, pensaríamos mejor antes de actuar para que no quede nuestro nombre en entredicho.

Si nos volviéramos más egoístas, hablaríamos más de nuestros proyectos que del caos.

Si nos volviéramos más egoístas, amaríamos más porque sabemos que mientras más amor doy más voy a recibir.

Si nos volviéramos más egoístas, agradeceríamos más porque estamos seguros de que el agradecimiento es la fuente que genera la mayor cantidad de felicidad posible.

Si nos volviéramos más egoístas, daríamos más de lo que queremos recibir porque la justa retribución no se equivoca y recibimos siempre 100 x 1.

Si nos volviéramos más egoístas, sonreiríamos más seguido y trataríamos con tal cortesía a los demás que ya nunca más volveríamos a ser maltratados.

Si nos volviéramos más egoístas, veríamos nuestro rostro en cada rostro que se cruza en nuestro camino y evitaríamos hacer daño, porque al fin comprenderíamos que lo que te hago a ti me lo hago indirectamente a mi mismo y definitivamente si nos volviéramos más egoístas, querríamos siempre recibir lo bueno por lo que no nos cansaríamos de hacer siempre el bien sin mirar a quién... pues al fin me lo estoy haciendo a mi mismo.

Agradeciendo las Diferencias

Frecuentemente escucho frases que llaman a defender la igualdad entre todos los seres humanos, pero reflexionando en este tema, no logro entender por qué queremos la igualdad si Dios se ha inspirado desde su infinito amor y absoluta creatividad para hacernos a cada uno diferente y especial... Me cuesta trabajo comprender por qué queremos masificar nuestra individualidad y por qué queremos corromper la obra de Dios menospreciando nuestras diferencias.

Las diferencias nos hacen únicos, maravillosos y necesarios.

Si tuviéramos 4 pies izquierdos y nos falta uno no sentiríamos su ausencia, pero como solo tenemos uno, lo amamos, cuidamos y valoramos porque reconocemos su importancia en nuestra vida. Por eso Dios incluso cada célula de nuestro cuerpo, la ha hecho distinta, para que cumpla su función y complemente al resto del organismos.

Así mismo, cada uno de nosotros en nuestra autenticidad, somos especiales y tenemos una función que desempeñar para complementar el universo del que somos parte.

Creo que debemos buscar la equidad, que debemos procurar que cada cual tenga lo que necesita y merece, pensar en equidad abre el abanico de oportunidades para que todos tengamos acceso a la felicidad plena respetándonos y respetando al otro.

Si soy equitativo, daré al que no tiene lo que necesita, pero si soy igualitario daré a todos la misma medida aunque se derrame el vaso.

lunes, 18 de diciembre de 2017

El Amor De Los Hijos

Hoy me llena de alegría escribir sobre el amor de los hijos...

Regularmente escuchamos la frase "no hay amor como el de la madre", basados en la pureza e incondicionalidad con que las madres siempre están para sus hijos, y es cierto, las madres son casi siempre estos ángeles maravillosos que Dios nos da a los hijos para que en medio de nuestra nada y nuestra ignorancia tengamos un faro luminoso que guíe nuestras vidas incluso más allá de su existencia física, las madres, son desde mi humilde opinión estos pedacitos de Dios que llenan la tierra de la sabiduría perfecta que tanto necesitamos.

Y al mismo momento en que ellas inician sus carreras de madres, comienzan a formarse estos pequeños retoños de su amor a los que llaman hijos. Hoy ellos son el tema de mi agradecimiento.

Los hijos, muchas veces catalogados por el mundo como malcriados, malagradecidos, indiferentes y tantos otros calificativos, son por el contrario brotecitos de amor que nos llenan con sus abrazos, besos, sonrisas, ocurrencias, miradas y locuras incansables.

Esos pequeñitos, carne de nuestra carne, sangre de nuestra sangre y alma de nuestra alma, son más allá de cualquier cosas individuos que completan nuestro ser y nuestro mundo y extrañamente (para nuestro raciocinio), nos enseñan día a día a ser padres, mejoran nuestras personalidades y caracteres, nos hacen crecer en todas las formas en que jamás habríamos imaginado, nos desafía a creer en nosotros mismos para enseñarnos a creer en ellos y fortalecer nuestra fe en lo invisible, lo esencial...

Los hijos que cada día nos acompañan en cuerpo presente o en la distancia, perdonan nuestros errores y nos aman por encima de ellos, agradecen (muchas veces no con palabras) nuestros aciertos y desaciertos, sonríen en medio de nuestras crisis y consuelan nuestras lágrimas con sus inocentes manos.

Los hijos que son parte de nosotros y de nuestros ancestros, se convierten en nuestro futuro al comprender el presente, los hijos que parecen crecer sin remedio y enseñarnos por vocación, aman tanto a sus padres que son capaces de aceptar nuestras correcciones aunque no las entiendan y de entregar su amor sin pasar facturas.

El amor que un hijo entrega es un tesoro tan preciado que Dios mismo quiso disfrutar de tenerlo no quedándose solo, sino engendrando a su hijo en el seno de su amor, y a través de Él hacernos a todos hijos suyos por gracia y misericordia.

El amor de un hijo es tan racionalmente incomprensible y tan increíblemente gratificante que el solo saberlos vivos te da cada día motivos para completar tu felicidad.

Como diría el poeta Andrés Eloy Blanco: "Cuando se tiene un hijo se tienen todos los hijos del mundo"... así que cuando se tienen 4 hijos se tiene el infinito en el pecho y la alegría del mundo en cada ruido y cada silencio.

viernes, 27 de octubre de 2017

El sol brilla para todos

Que gratificante es poder salir a la calle sonriendo a todo lo que ves, que gratificante es ver cómo se ilumina todo a tu alrededor cuando el sol brilla desde tu interior.

No se si les ha pasado que salen y recorren la misma ruta cada día, por días o meses y resulta que uno de esos días, es cuando ves algo especial en la zona, y le comentas a tus acompañantes y jajajaja resulta que eras tú el único en no notarlo, resulta que eso siempre había estado allí pero tu afán diario no te permitía disfrutarlo.

Así es nuestra vida, cada segundo están sucediendo en simultáneo miles de realidades hermosas y grotescas y cada uno decide que prefiere "ver" y al cabo del día quedamos cargados con lo que hemos consumido de nuestro entorno y con cada bocanada, nos defendemos o agradecemos y cada actitud es la que determina lo que vendrá a continuación.

¿Cuántas veces no le hacemos el día a un desconocido con solo decir "buenos días" o "gracias" o al darle paso en la calle o abrirle la puerta para que pueda pasar? Esos pequeños detalles llenan el corazón de quien los recibe y reboza el alma del que los regala, así que hoy mi invitación es a sensibilizarnos más con lo que somos capaces de dar, incluso aquello que no nos cuesta más que un instante de alegría.

Si queremos un mundo de paz sembremos amor, si queremos recibir infinitamente lo que creemos merecer, no nos cansemos de dar, solo por el placer de compartir lo que gratuitamente hemos recibido. Recordemos que todo lo que somos nos ha sido dado gratis por el amor y la misericordia de Dios, y si Él no es egoista con nosotros, ¿cómo nosotros podemos serlo con Él?

Feliz tarde y Bendiciones!!!

Sintiéndonos y consintiéndonos

Hoy me viene a la mente esta reflexión: ¿Si Dios te tratara a tí como tú tratas a los demás, te sentirías feliz con lo que recibes?

Es siempre importante mirarnos antes que quejarnos, sentirnos antes de exaltarnos.

Creo fielmente que lo que recibimos es espejo de lo que estamos dando y que si algo no nos gusta, es exactamente que hay algo que no estamos haciendo para ser felices, así que a respirar, enfocarse y disfrutar de ser más amoroso y menos pedigueño.

La vida cada segundo nos llena de todo lo que necesitamos recibir y creámoslo o no, nuestra actitud se expande como las ondas en el agua y al llegar al límite vuelve a nosotros con la misma fuerza que ha salido, así que piensa, ¿qué quiero recibir? ¿qué merezco recibir? ¿estoy feliz con lo que recibo? y según tus respuestas déjate consentir por tu Padre que quiere que disfrutes junto a tus hermanos, de la dicha plena y la paz.

Feliz dia para todos